Queridos buzos, buz@s y lector@s:
Les escribo hoy con la mente todavía en el barco C-50 que buceamos, tratando de procesar mi último viaje a Veracruz (¡todavía me estoy quitando la sal del cabello!) y ya, como buen buzo inquieto, estoy planeando mis próximas salidas. Pero entre mareas y corrientes, hay algo que no me deja de dar vueltas en la cabeza: Los COMPAÑEROS. ¡Oh sí, esos maravillosos, a veces irritantes, pero siempre importantes compañeros de buceo!
Como bien saben, mis estimados buz@s, la tercera regla de buceo, que debemos tatuarnos en el cerebro: NUNCA BUCEAR SOLO. O más allá de tus habilidades, claro está. Al final del día, tener un buen compañero de buceo no solo te salva la vida, sino que hace la experiencia mucho más divertida y, en caso de que algo salga mal, es quien estará allí para sostenerte —literalmente—. y lo mejor es totalmente incondicional.
Los compañeros de buceo vienen en todas formas y sabores. Algunos los ESCOGEMOS porque son nuestros amigos de toda la vida, parejas, familiares o simplemente ese colega con el que te sientes en sintonía. Otros te los ASIGNAN, basándose en habilidades, objetivos o el nivel de experiencia (a veces la suerte juega un papel ahí). Y luego están aquellos que simplemente “TE TOCAN” como si fuera una ruleta rusa submarina.
Cuando nos asignan un nuevo compañero, lo primero que hacemos (o deberíamos hacer) es conocerlo: ¿quién es? ¿Cuál es su nivel? ¿Qué objetivos tiene bajo el agua? Pero lo más importante: ¿me sentiré seguro con él o ella? Porque, amigos míos, la confianza es clave. Como siempre les digo a mis alumnos: ¡se vale decir “no” si no te sientes cómodo buceando con alguien! De hecho, como instructor, he visto de todo, desde parejas de buceo que no "florecen" porque uno le resuelve todo al otro, y viceversa, aquellos que esperan que el compañero les haga hasta el nudo de las aletas.
Pero, ¡oh!, también están los compañeros excepcionales. Aquí me viene a la mente mi buen amigo FF (sí, las iniciales son para darle ese toque misterioso), con quien buceábamos en perfecta sincronía. Era como si tuviéramos una partitura invisible; sabíamos exactamente dónde estaba el otro en cada momento, y cuando necesitábamos algo, una simple mirada bastaba. Lamentablemente, el destino lo llevó a otra parte del mundo (¡seguramente está explorando algún rincón increíble bajo el agua!), y aunque no he podido bucear con él últimamente, sinceramente espero volver a encontrarnos bajo las olas.
También he tenido el placer de bucear con otros grandes compañeros, pero, como en la vida, también he lidiado con los malos. Sí, esos compañeros que no respetan la distancia, que se olvidan de que somos un equipo, o peor aún, que NO ESTÁN PENDIENTES de ti en momentos clave. No quiero sonar dramático, pero esos buzos no solo son malos compañeros, ¡son casi una tragedia submarina!
Y esto me lleva a reflexionar sobre algo más profundo: en la vida, mis querid@s buzos, ¿cuántos de nuestros “compañeros” de camino los escogemos? ¿Cuántos nos asignan o simplemente “nos tocan”? ¿Con cuántos realmente crecemos y mejoramos, y con cuántos, por el contrario, nos estancamos o, peor aún, nos roban energía? ¿Quiénes están al pendiente de nosotros y viceversa? ¿Y cuántos malos compañeros de vida mantenemos cerca por costumbre o porque pensamos que "no tenemos otra opción"?
Hablemos claro: cuando se trata de buceo, es fácil identificar a los buenos y malos compañeros. Pero cuando hablamos de la vida, ¡ahí la cosa se complica! Hay mucho por explorar, analizar y, si me pongo filosófico, hasta “terapear”. Pero para no hacer esto más largo y no irme por las ramas (¡aunque me encantaría!), los dejo con las preguntas del párrafo anterior
para que cada uno reflexione.
Les dejo una recomendaciones en música que hablan de compañeros de alguna u otra forma
Me despido, no sin antes desearles felices burbujas, inmersiones llenas de diversión, y sobre todo, ¡nos vemos pronto bajo el agua!
¡Abrazos profundos!
CR
Muy buena reflexión!🙌🏻