Querid@s buz@s y lect@res:
Hoy es un día muy especial en México: el Día del Niño. Y como suelo hacer en estas fechas con significado profundo, quiero comenzar contándoles una historia. No se preocupen, no es muy larga… pero sí muy importante para mí.
Hace ya muchos ayeres, en un sábado cualquiera, había un niño de unos 7 años. Esa mañana estaba en su casa, con su pijama todavía puesta: pantalón de cuadros y una playera azul marino con mangas grises. Estaba viendo la televisión, como muchos niños lo hacíamos entonces, en el canal 5. A su lado estaban su papá y su hermano menor. Y en un momento muy simple, pero cargado de sueños, ese niño volteó con toda la seguridad del mundo y le dijo a su papá:
—Papi, yo voy a bucear con Jacques Cousteau, como lo hace en su programa.
El programa que veía se llamaba El mundo submarino de Jacques Cousteau. No recuerdo exactamente de qué trataba ese capítulo —ni falta que hace—, porque lo importante fue ese instante. Ese deseo profundo, esa certeza infantil que a veces los adultos olvidamos tener.
Y ese niño… bueno, logró su sueño.
Quizá no buceó con Jacques Cousteau —porque el gran Jacques se nos adelantó—, pero sí buceó en varios de los lugares donde él estuvo. Y no solo eso: ese niño creció, y hoy tiene un centro de buceo. Su vida entera gira en torno a ese maravilloso mundo azul. Ese niño, como ya se habrán dado cuenta, soy yo.
Hace poco, hablando con mi papá, le conté que mi sueño comenzó ese sábado, viendo la tele con él. Mientras lo decía, se me salieron unas lágrimas. Sí, de los ojos (ni modo que de las orejas, ¿verdad?). Y es que me di cuenta de cuánto ha significado para mí ese momento, ese apoyo silencioso, ese “aquí estoy” de mi padre a lo largo de la vida.
Hoy, que traigo el corazón un poco apachurrado —como a veces pasa—, escribir esto también es una forma de sanar. De abrazarme a la memoria de ese niño soñador. De darme cuenta de que, aunque he tenido fracasos, caídas, días difíciles y momentos en los que he dicho "ya no puedo más", también he tenido el privilegio de levantarme una y otra vez.
Y, sobre todo, he tenido el regalo de poder recargarme en mi padre, de contarle lo que siento, de que me escuche sin juzgarme, de que me regale un consejo, una palabra de aliento, o simplemente su silencio acogedor. Eso, créanme, no tiene precio.
Y ahora quizás se pregunten:
¿Y eso qué tiene que ver con el Día del Niño?
Pues tiene todo que ver. Les comparto tres cosas que he aprendido en este camino, y que vienen muy al caso hoy:
🌟 1. Persigue tus sueños, como niño.
Sí, suena trillado. Pero no por eso deja de ser cierto. Perseguir tus sueños no significa que la vida será fácil, pero sí significa que cada paso estará lleno de sentido. Y cuando amas lo que haces —como yo amo bucear—, el trabajo se convierte en juego, en vocación, en una forma de vivir más plena.
👨👩👧👦 2. Recárgate en tus padres, como niño.
Si todavía tienes la dicha de tener a tus padres contigo, no te olvides de lo reconfortante que es dejarte cuidar de vez en cuando. No importa si tienes 30, 40, 60 años. Siempre hay un rincón en nosotros que necesita ser escuchado, apapachado, contenido. Volver a ese lugar seguro no es retroceder; es reconocernos vulnerables, humanos, necesitados de amor. Y si ya no están contigo, habla con ellos en silencio. Te aseguro que, de alguna manera, siguen ahí.
😄 3. Ríe y vive como niño.
Con menos miedo. Con menos juicio. Con más asombro. Con la capacidad de disfrutar lo simple, de soltar el rencor, de vivir el presente. Los niños no se guardan lo que sienten, no se preocupan tanto por el qué dirán. Y quizás, si todos tuviéramos un poquito más de alma de niño, el mundo sería un lugar más amable, más ligero y más lleno de sonrisas sinceras.
Y como recomendación del día, les dejo un libro hermoso y muy especial para quienes, como yo, admiramos a Jacques Cousteau:
“Mi padre, el capitán”, escrito por su hijo, Philippe Cousteau. Un testimonio que no solo habla del explorador, sino también del ser humano, del padre, del legado.
Gracias por leerme hoy, por acompañarme en este pequeño viaje al pasado. Espero verlos pronto, con el visor puesto y el corazón abierto, bajo el agua.
Felices burbujas,
CR