Reencuentro
"Tengo la libertad de arriesgarme por mi propia cuenta, en lugar de optar únicamente por estar "seguro" y no perturbar la tranquilidad" Virginia Satir
Queridos lectores y buzos/as,
Llevo dos semanas sin mojarme las branquias, y no les voy a mentir, ¡ya estoy que me trepo por las paredes! Esa sensación de ansiedad por no haberme sumergido en el agua me tiene contando los días para mi próxima inmersión. Y como sé que pronto estaré buceando de nuevo, me puse a reflexionar: ¿Qué me pasa cuándo buceo?
Dejen que les cuente una historia... Cuando era niño, el mar me daba un miedo tremendo. No era tanto el agua en sí, sino lo que pasaba cuando me acercaba a la orilla. Sentir esa arena fina bajo los pies, sin saber qué podría estar acechando bajo el agua turbia, me ponía de los nervios. El romper de las olas lo hacía aún más inquietante. ¡Qué ansiedad! Pero, una vez que lograba salir de pie y comenzaba a nadar o flotar, todo cambiaba. Ahí ya me sentía libre, aunque con esa pequeña vocecita en la cabeza diciéndome: "Cuidado, que te puede salir un tiburón". ¿Y quién no ha sentido ese pánico irracional de que un tiburón gigante va a aparecer justo donde estás nadando?
Los años pasaron y, ya siendo padre de familia, decidí que era hora de enfrentar mis miedos de frente y aprender a bucear. Eso sí, no fue fácil. Tuve que callar muchas voces, tanto internas como externas, que decían cosas como "no puedes", "no tienes tiempo", o "¿y para qué?". Pero, al igual que con tantas cosas en la vida, tuve que ignorarlas y lanzarme al agua, literalmente. Fue ahí cuando comencé a reencontrarme conmigo mismo.
Las primeras tres inmersiones fueron durísimas. No les miento, sentí que no lo iba a lograr. Pero, como les mencionaba en mi texto anterior sobre los compañeros que te ayudan a florecer, tuve un COMPAÑERO increíble que me ayudó a volver a enfocarme (Gracias, JCP, si no te lo había dicho antes). A partir de ese momento, comenzó mi pasión por el buceo, una pasión tan grande que hoy soy instructor y tengo mi propio centro de buceo, ¡aunque esté en un lugar donde el spot más cercano está a 4 horas!
Dentro de esta pasión, siempre tengo presente ese momento justo antes de la inmersión, cuando estoy sentado en el borde de la embarcación, con todo el equipo puesto, y la adrenalina corre por mi cuerpo. Revisar el equipo, hacer el pre-chequeo, preguntar si estoy libre, y luego lanzarme hacia atrás con una marometa al agua, confiando plenamente en que todo saldrá bien. Y en cuanto caes al agua, sientes cómo el frío comienza a filtrarse por el traje de neopreno, especialmente en la espalda. Ahí es cuando empieza mi verdadero encuentro. Sí, mi encuentro conmigo mismo.
Aunque soy el instructor que guía al grupo, siempre me tomo un momento para desconectarme del ruido exterior y entrar en "El Mundo Silencioso", como lo llamaba Jacques Cousteau. Es en ese silencio bajo el agua, rodeado de vida marina, donde siento esa conexión interna. Me maravillo con los pequeños nudibranquios, caballitos de mar, peces de todos los colores y formas, tortugas, rayas y hasta las increíbles mantarrayas. Y si tenemos suerte, quizás algún tiburón solitario nos haga el honor de aparecer.
Es bajo el agua, escuchando solo mi respiración, donde me es más fácil reencontrarme. Ese sonido constante me recuerda que estoy vivo, que tengo una misión, y que la vida es para vivirla, no para simplemente existir. Hay personas que caminan por la vida como si ya estuvieran muertas en vida, y, honestamente, eso me asusta más que cualquier tiburón.
Sé que suena cliché, pero la felicidad está en disfrutar el día a día. No es tan fácil como suena, y confieso que muchas veces me cuesta, pero es vital recordar que no estamos solos. Pedir ayuda es algo que, especialmente nosotros los hombres, solemos evitar. Nos cuesta reconocerlo, pero al igual que en el buceo, a veces necesitamos una mano para subirnos el cierre del neopreno o para equiparnos, y en ocasiones más serias, para pedir ayuda cuando nos quedamos sin aire.
Pero bueno, volviendo al tema principal, mi querido lector/a, te hago una pregunta: ¿Qué necesitas para encontrarte, para verte a ti mismo de verdad? ¿Qué te hace sentir vivo y cumplir con tu misión en la vida? Porque, por cierto, ese será el tema de otro texto, así que te dejaré pensando...
¿Tú ya te encontraste para vivir plenamente o solo para sobrevivir? ¿O peor aún, para pasar la vida como un muerto/a en vida?
En las recomendaciones de esta semana, les recomiendo la película “Comer, rezar y amar” con Julia Roberts. Gracias a ZD por recordamela
Si prefieren leer, también pueden buscar el libro, con el mismo título
Y en la música, le recomiendo está canción “Ser mi propio amor”
No me queda más que agradecer a PC por el tema, a mis lectores y buzos/as por leerme, desearte muy buenas burbujas, y ¡Espero verte pronto bajo el agua!
Abrazos profundos,
CR
Gracias por existir !!!